martes, 2 de septiembre de 2008

Revelación

Inhalaba y exhalaba el humo, que a medida que se escapaba de su boca, se desdibujaba, se esparcía y desaparecía.
Era la luz de la luna que la alumbraba, a través del ventanal, se contrastaba de las demás personas en el cuarto, que se encontraba cubierto por un reflejo especial, el reflejo de sus ojos pardos.
Tan clara y suave se encontraba la noche parisina, que se sentían anhelos de empalagarse viendo estrellas, envolverse del viento, y conquistar el mundo, hasta que la vi a ella, y todo el universo, estrellas, y viento se redujo y se concentró a lo único a lo que mis ojos señalaban (y como si mi vista anulara y sacara de foco a todo lo que rodeaba a la mujer).
Un extraño vínculo nos unía, a través de aquella mirada cómplice.
Pero a medida que se acercaba hacia mí, con su paso enérgico pero a la vez sensual, comenzaba a difuminarse su figura, a desdibujarse como el humo que escapaba de su boca, que se esparcía y desaparecía.

Camisas teñidas - Violenta Catarsis

Estoy seguro de que los odiaba a todos, no cabía duda de aquello.
Siempre con gesto gentil e inocente, no obstante cometió aquel atroz, desgarrador y masivo... en fin.
Cuando veía él sus caras, sus caras con acento malévolo que incitaba al desorden y al dolor, y a los constantes golpecitos con papeles abollados, trataba de calmarse apaciguando su hambre (tanto como por necesidad, como si también quisiese calmar su hambre vengativo que en unas horas se apoderaría de él).
Ellos señalaban con sus dedos, como si apuntasen a una casa de juguetes bélicos, ansiosos por apretar todos los gatillos, hasta que finalmente los percutores se accionaron, generándose así la explosión y el estallido de la cordura del muchacho.
Realmente me tomó por sorpresa el sonido de la presencia de líquidos cuando abrí con rigor la puerta del salón, sin saber, desconociendo lo que se aproximaba y lo que presenciaba.
También me perturbó la imagen imponente. Ya 3 centímetros de sangre llegaban a mis talones, y él mirándome con su coágulo en el ojo (por el esfuerzo sobre-exigido de la tarea que llevó a cabo)
Entonces fue cuando sin saber, y sin reaccionar se me aproximó y el blanco de mi camisa se tornó a un rojo espeso.